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Los amantes

Era una mañana soleada y no se oían ruidos de la calle. Silencio en toda la casa, los muebles todos en su lugar, solo la luz de la mañana atravesando las persianas.

De repente suena un ligero toque en la puerta, y aparece. Más grande que ella, azul y gris, su mejilla aterriza en el pecho de él y se abrazan.

Todos los relojes de la casa se detienen, los autos afuera paran de moverse, los pájaros se congelan en la mitad de su vuelo, el agua que cae del balde del tercer balcón del edificio de la esquina, son ahora gotas congeladas en el aire, suspendidas por un hechizo.

Ambos sus plexos solares se llenan de calor y luz, y son de repente conscientes de que hay una segunda piel que les molesta, les estorba y sobra. Se quitan el uno al otro lentamente la ropa.

Camisetas, ropa interior, aretes, medias, zapatos... forman un camino desordenado y caótico hacia el dormitorio donde espera, majestuosa y con los brazos abiertos, la cama.

Es imposible para el lector, entender de aquí en adelante lo que sucede, el humilde escritor de este cuento no se cree capaz de poder explicar todo a detalle, por que cree que le faltan recursos, le faltan olores, texturas, le falta poder escribir cómo suena un corazón que late tanto que se va a salir del pecho.

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